Si no toda la verdad, sabemos bastante. Es más, sabemos lo necesario para poder señalar con pruebas abrumadoras, como han estimado los jueces que llevan el caso y como se ha desprendido de los trabajos de la comisión de investigación, quiénes fueron los autores, los inductores y los cómplices del atentado que, el 11 de marzo de 2004, provocó la muerte a 191 personas y heridas de diversa consideración a mil quinientas, además de a los 7 terroristas que se suicidaron en Leganés y el policía que murió al tratar de detenerlos. Al cabo de un año de investigaciones sabemos más sobre la matanza, pero nada sustancialmente nuevo en cuanto a la justificación ideológica del crimen y a la fanática personalidad de sus autores y cómplices. Nada que desmienta los indicios que aparecieron pocas horas después del atentado y se confirmaron luego con las primeras detenciones de fanáticos islamistas. Nada que invalide las primeras sospechas surgidas tanto en partidos de la oposición como entre la ciudadanía, que apuntaron hacia autores distintos de los señalados en aquellos días por el Gobierno de Aznar y aún ahora por el Partido Popular. Nada, en definitiva, que señale la autoría de ETA, por mucho que en la comisión de investigación los representantes del PP hayan querido enredar con sus insidias pero sin aportar ni una sola prueba, y por más que desde los medios de “información” afines les hayan brindado todo tipo de argumentos, incluso fantasías delirantes, para poder salir del brete con un poco de dignidad. Pero no ha aparecido ni un solo dato, ni una sola prueba, ni un solo indicio racional que apunte hacia la autoría de ETA, sólo especulaciones bastante groseras.Hoy también sabemos que el Gobierno de Aznar sabía más sobre el terrorismo islamista de lo que pudimos creer hace un año. La prueba está en la rapidez con que se produjeron las primeras detenciones y en cómo, después, la policía ha desarticulado varias tramas de terrorismo panislamista local e internacional.Sabemos que Alekema Lamari, “Yasin”, jefe del grupo que perpetró el atentado y se suicidó en Leganés, había sido detectado hace tiempo por la policía. En 1992 llegó a Alicante procedente de Orán y tomó contacto con otros fanáticos islamistas. En 1997 fue detenido junto con otras diez personas como presunto miembro de una célula del Grupo Islámico Armado (GIA) argelino. Condenado a una pena de 14 años de cárcel, rebajada luego a 9 años, salió en libertad en 2002 debido a un error judicial. En 2003, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) advirtió que “Yasin” preparaba un gran atentado. (J. M. Irujo: El agujero. La penetración del islamismo en España, Madrid, Aguilar, 2005).
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